Con el sigilo de
las tropas de un ejército invasor,
atormentadas,
pero acechantes
tal vez desahuciadas,
como enviadas a
la muerte por generales estúpidos
Pereciendo en
tétricos nichos de polvo
en un rincón de
mi pequeña biblioteca
cerca de una
calle llamada Cruz,
las arañas
duermen de día y tejen de noche
con la esperanza
de un desprevenido bocado;
Algo habrán de
decirme
El día en que me
piquen
Nefasto me sentiré
Con la muerte
llamándome desde la piel
Y yo, jugando
contra la irónica resignación
De haber vivido
una vida,
tal vez desde siempre, envenenada.
(Manual de emprendimiento para suicidas, 2014).
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