Me alejo de la ciudad en llamas
Me alejo y luego vuelvo a mantenerme cerca.
He escapado, sobre todo,
De los pirómanos fantasmas
Que podrían volver a quemar
Los cielos, los campos, las lagunas
Antes de bautizar nuestra calamidad en sus aguas color ceniza
Arde el rostro de una mujer enamorada
Arrasado por las sombras humeantes
que desde hacía rato la
acechaban
como pinos y eucaliptus a
las viviendas.
Me alejo de la ciudad en llamas
Abatido
-no de cansancio, sino de olvido-
Porque hubo un día en lo que todo lo que hoy arde
Fue el sentido albergue de una ilusión
Y ahora es el fuego quien cosechará los frutos de su odio
magnífico;
Manos forestales asesinas
Se ocultan a salvo siempre de las trampas que el mismo humano
Se encargó de sembrar
Se solazan de su nuevo triunfo en su sórdida opulencia
Mientras la ciudad continúa, ya sabes,
En llamas.