Hazte ver, me
gritó una voz
Cuando todo
sentido se desvanecía
La habitación
que ya no lo sería más
El vaso de
cerveza deforme pudriéndose en la barra de aquel bar
Una última
lágrima que reencarnó en sangre odiosa
-dispuesta a
infectar a otras sangres-
Y un coro
ángeles ebrios en un jardín de madrugada
Los rosales
sabían de espectáculos grotescos,
al igual que las bellas hortensias
¡Y qué!
Después de todo,
creer en la ingenuidad de las flores
Es de una
ignorancia imperdonable
En este mundo
tan cruelmente preparado
Para destrozar a
los débiles corazones.
(Una nueva forma de vida extraña, 2016)
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