Pocas situaciones podrían
parecernos tan familiares como entrar al baño cada día. El autor sugiere que
una buena lectura bien podría transcurrir precisamente en el espacio donde nos desprendemos
de aquello que ya no necesitamos. La cotidianeidad está llena de estos momentos
de desapego frente a algo que en otro tiempo fue nuestro: una emoción, una
vivencia, un amor pasado, alguna que otra frustración.
Cid nos presenta una serie de fragmentos
que forman parte de un “diario vivir maldito”, y que pese a su aparente caos,
guardan entre sí la capacidad de unir diferentes escenas de la vida urbana:
La calle vacía
trenes de mentira
avanzando en rieles
sin durmientes
Las imágenes de Cid se desvanecen:
está y no están; se visibilizan en ciertos estados de contemplación, y como
buenos fantasmas acuden presurosos dispuestos a apropiarse de las mentes
atormentadas. De hecho, existe en “Poesía para antes de tirar la cadena” un
llamado a reconocernos como seres hermanados en una misma miseria, y es de
pleno interés del autor abordar tópicos –si bien recurrentes en la poesía
penquista-, para nada alejados de la realidad. En esto se enmarca, por ejemplo,
el encuentro de poeta con una prostituta (“Dientes del color de la nieve”)
¿Y tú qué haces?
Busco dónde dormir
Si no quieres pasar
la noche solo
Vale diez mil
Otro aspecto importante dentro de
la obra corresponde al intento que realiza el autor por interponer temáticas
político-sociales en su desarrollo poético. Si bien esto denota algún excesivo
arrojo en algunos casos (“No me interesa conocer su mundo de mierda”, “¡Que
arda la hipocresía!”), en otros se incorpora plenamente en la obra (“Cielo
negro”, “Buscando la paz”). Sin embargo, el contenido grueso de la obra apunta
al cuestionamiento del sentido mismo de la existencia, y desemboca de manera
directa en una aguda crítica a la sociedad neoliberal:
¿Por qué mierda esta
ratas
privatizaron el
agua?
En síntesis, Arnolfo Cid nos
invita a conocer una serie de pequeños relatos descarnados que en muchos casos
nos evidencian como seres humanos sujetos a los vaivenes de una existencia
condicionada por el modelo económico. Junto con ello, nos sugiere la
posibilidad de podernos desprender de aquellos aspectos que nublan nuestro
andar. Pero subyace además el anhelo de rescatar ciertos episodios gratos, los
breves instantes en que nos encontramos como especie y donde nos planteamos las
dudas más inquietantes y terribles. Es allí, después de ese acto tan valeroso
de alivianar el equipaje, cuando nos encontramos listos para salir por la
puerta y caminar hacia adelante, tras haber tirado victoriosamente la cadena.
(Artículo publicado en Periódico Resumen, edición de octubre de 2015).