¡El
año viejo se va!
Es
momento de enviarle un saludo muy especial a los duendes
cuya
existencia comprobé hace solo unos meses,
a
las dos o tres naves nodrizas que avisté lúcidamente en Playa
Blanca,
a
las hadas, de las que por poco me enamoro y decido mandar todo al
diablo;
con
sentido afecto agradezco a la sirena que me sonrió a lo lejos en la
Playa de Paloma
poco
antes de escabullirse entre las rocas,
y
al tritón miserable que me hizo pagar su coquetería.
Sí,
yo le estoy agradecido a la media docena de fantasmas, a los
espíritus chocarreros que me penaron
-especialmente
al ánima morena que se escurrió entre mis sábanas alguna que otra
noche-.
Y
sí, soy un creyente de todo aquello
¿Y
cómo no serlo, si acaso yo mismo dudo a ratos de ser real?
Aparecidos,
tue-tués, grises, cueros vivos, elementales, muertos vivos (que son
legión, como los vivos muertos), vampiros, imbunches, vampiros,
hombres lobos, mujeres lobas, hechiceras, médiums, jueces de la
república...
Criaturas
de la imaginación de Dios, todas,
gracias
a ustedes por intentar -y a veces con inquietante éxito-,
hacer
este mundo algo menos aburrido y predecible.
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