La historia
es la siguiente. La conocí en uno de los jardines de La Remo Paicaví. Pasé por
su lado mientras un vecino insistía en enseñarle a su perro a cagar en el lugar
correcto. La sorprendí mirando las nubes, por lo que me senté por ahí cerca
intentando copiarle esa mirada ensoñadora que tenía. A mí no me salía, claro,
pero supongo que se sintió acompañada porque un par de minutos después se
acercó para pedirme fuego. Comenzó a contarme una extraña historia de plantas
carnívoras, flores venenosas y un sinfín de criaturas fantásticas que según
ella habitaban desde hace mucho la Remodelación. Todavía me acuerdo de lo mucho
que me reí. Me dolió la guata de tanta risa. Entre carcajadas seguía
relatándome su historia, cada vez más fantástica: que los duendes esto, que las
hadas esto otro. A esa altura, el vecino del perro se había dado por vencido y
dejó que su mascota volviera a cagarle los zapatos. Yo abrí de pronto los ojos
y ella había desaparecido. La busqué por todo el laberinto de jardines, mas solo
hallé el eco de su risa entre las ráfagas de viento que se colaban entre los edificios.
(Este microcuento está dedicado a los vecinos y vecinas con quienes dimos vida al Centro Cultural La Remo. La imagen corresponde a la actividad de lanzamiento del Centro, realizada el sábado 7 de septiembre de 2019).
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