Las ganas de terminar con el encierro y la desazón que produce esta crisis sanitaria hace que muchos deseemos una cotidianeidad distinta. Pero no debemos perder el foco mirando únicamente nuestro ombligo. Hoy, el a veces tan tedioso teletrabajo es en verdad un privilegio, pues cientos de miles de personas deben seguir exponiendo sus vidas saliendo a trabajar por necesidad. Hacia ellos y ellas debe ir nuestra solidaridad, comprensión y apañe.
Para quienes tenemos el privilegio de
teletrabajar, el encierro se convierte –como en el mundo de los sueños-, en un
monstruo amenazante dispuesto a fagocitarnos con su monotonía y desesperación.
Entonces surge la oportunidad de cambiar por un momento el paisaje de nuestra
ventana por el de nuestro mundo interior. Para ello, la lectura y
particularmente la escritura, pueden resultarnos muy útiles.
Leer implica abrir la puerta a mundos posibles,
imaginar realidades paralelas que pueden conectarse de una misteriosa forma con
el presente. ¿Conocen el relato Continuidad
de los parques de Cortázar? En él hallarán una pista.
Escribir es una forma de terapia que nos
permite sanar nuestras averías interiores mediante su exposición y confrontación.
Me explico: escribir nos obliga a comunicar, es decir, hacer común una realidad
que necesitamos compartir, aunque sea con nosotros mismos. Y a través de aquel
testimonio podemos actuar sobre nuestro mundo, concibiendo escenarios y
mecanismos posibles para su modificación.
El primer paso para transformar algo es
imaginar la sola posibilidad de que sea distinto. La literatura posee la virtud
de hacernos correr el cerco de lo posible. Es cuando escribimos -sea un poema
en el que plasmamos un sentimiento que nos inquieta o agobia, o alguna historia
que nos atraiga o conmueva-, cuando somos conscientes de dónde estamos y hacia
dónde queremos ir. Lo siguiente será entonces dar el paso. Atrevernos a cambiar
nuestra forma de ver las cosas y decidirnos a actuar en consecuencia; de las
palabras a la acción. Entonces pasaremos, necesariamente, de involucrarnos con
la realidad a comprometernos con ella y con su urgente transformación.
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