No sé si
fueron disparos, fuegos artificiales o balines de plasma. Lo que sí tengo claro
es que esos destellos provenían de la Rotonda Paicaví. Estábamos con unas
cuantas fumadas en el cuerpo, es verdad, pero los perros de la calle no
mienten, y se pusieron a aullar demencialmente. Si hasta el viejo loco que duerme
en las escalinatas de piedra despertó sobresaltado. Y eso que yo siempre he
envidiado la profundidad que debe alcanzar el sueño de ese caballero…
(Inédito)
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