Hasta el día de hoy no recuerdo si él bailaba
solo o con aquel pedazo de tocador, desprendido por acción de terceros un día
después de la fatal discusión. No sé, tampoco, si la odiaba mientras insistía
en apegar su boca a la foto de ella, o mientras refregaba la misma imagen por
sus mejillas, como si buscara untarse de alguna bendición, invisible para
nosotros. Lo peor, sin embargo, sucedió ya al final de la noche. Lo encontramos
en un rincón balbuceando un nombre, una canción y una fecha. El pedazo de
tocador había salido volando por la ventana anunciando la proximidad del sol,
mientras él insistía en ahogarse en aquel conmovedor charco de lágrimas.
(Experimento fallido, 2015)
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