Se
suponía que debía comenzar a escribir un nuevo Alarido dedicado a la
experiencia de habitar poéticamente el mundo. Se suponía que debía garabatear
unas cuantas reflexiones especialmente basadas en aquellos momentos en los que
la realidad parece adquirir otra dimensión de nuestras cabezas –y por qué no
decirlo-, también dentro de nuestros corazones.
Sí,
habitar poéticamente el mundo, la vida y lo demás. Y resulta que afuera se ha
largado un temporal de cuidado. Cientos de gotas diminutas se estrellan sin
compasión en mi ventana; veo gente andando para todos lados, apurando el
tranco; conductores que no vacilarían un instante en pasar por sobre los otros
si pudieran con tal de que no los alcanzara el semáforo. Gente, en fin, que al
parecer vive más aceleradamente de lo que realmente existe. Al parecer, el
tiempo seguirá siendo uno de los grandes problemas de nuestra especie por un
buen rato más.
Y,
sin embargo, yo me mantengo frente a este computador portátil que tiene mil
actualizaciones pendientes y que se pega a cada rato; el mismo al que le sale
un humo blanco cuando lo enciendo, demostrándome su mal humor. Pienso entonces
que si yo sigo aquí, intentando tomarme las cosas con algo de calma, al otro
lado de esa ventana habrá una persona como tú leyendo algo que salga de algún
computador malas pulgas como éste, y también hará lo propio. Y quizás sean
pequeños detalles como estos los que terminen por nivelar la balanza del tiempo,
el ritmo de la Humanidad. Algo así como los miles de granitos de arena de quienes
nos damos unos minutos para sacar la cabeza de la vorágine que nos consume y
echar un vistazo. Estar, pues, un rato piola: saciados con la deliciosa
experiencia de existir.
Veo
también que algunos pájaros merodean y continúan su vuelo, paseando a pesar de
la lluvia y el viento. No son muchos. Imagino que la mayoría habrá encontrado buen
refugio en sus nidos, y ni siquiera se les ocurriría salir a dar una vuelta en
medio de esta tempestad, pero andan unos cuantos a los que no les parece una
mala idea. Piénsalo así, tal vez si fuéramos pájaros seríamos de los que planean
en días de tormenta en busca de algo interesante por toda recompensa, como la
sensación del impacto de las gotas de lluvia en nuestro plumaje, o la visión de
una nueva belleza que nos conmueva lo suficiente…
Y
ya que hablamos de habitar poéticamente el mundo, tampoco puedo dejar de
mencionar a unos cuantos muchachos y muchachas que, según un reporte de la
radio, a esta hora marchan por el centro de la ciudad, apoyando las demandas de
la gente de Chiloé. Siempre he pensado que la poesía, como el elemento
liberador que es, puede volverse peligrosa para cualquier régimen o sistema,
por “libre” que éste aparente ser. Y para marchar en una tarde como ésta sin
duda que hacen falta agallas, pero también la lucidez de los sueños y convicciones.
Me resulta esperanzador pensar en ellos, e incluso es probable que una vez que
termine de escribir esto me ponga una capa de agua y salga a su encuentro.
En
realidad, no estoy seguro de si todo este puñado de ideas tenga alguna
relación. En cualquier caso, da lo mismo que sea o no capaz de establecerla.
Posiblemente comprendas mejor que yo lo que quiero decir, y entonces habrás
completado el trabajo y yo sonreiré secretamente cuando vuelva a “habitar
poéticamente” un temporal como éste. Y, quién sabe, acaso también tú acabes
sonriendo. Que así sea.
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