Nadie supo si
se trataba de algún desengaño amoroso de última hora, de algún problema laboral
o de una repentina enfermedad. No se quiso levantar para asistir a la ceremonia
donde se le premiaría por su increíble desempeño profesional. Curiosamente,
durante la tarde se casaría con el amor de su vida. Tampoco se dignó a llegar
al altar. Desde luego, no atendió teléfonos, no respondió correos, no abrió la
puerta. Solo por un vecino intruso nos enteramos de un pequeño pasaje de su
vida de aquel día. Cerca del mediodía, se levantó perezosamente de la cama para
ir al baño. Pasados unos veinte minutos salió del baño y se acostó nuevamente,
como si nada más importara en el mundo que volver a conciliar el sueño.
(Inédito, 2014)
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