Bien, como habrán podido darse cuenta, estas primeras semanas del 2016
he tratado de darle más vida a este blog. Debería actualizarse con relatos,
poemas, historias, escupitajos creativos varios y con cierta periodicidad
semanal. Pero claro, el camino no ha estado exento de dificultades. Y no, no se
trata de problemas de inspiración, ni de lidiar con los demonios que
habitualmente hacen de las suyas en las mentes de los escritores. No. Se trata del
ruido infernal y permanente que existe alrededor de donde habitualmente paso la
mayor parte del tiempo: en casa.
A veces pienso que es cierto eso de que las ciudades están
especialmente diseñadas para enloquecer a sus habitantes. Es decir, antes me
parecía una exageración propia de mentes algo paranoides. A nadie le viene mal
un poco de movimiento, decía yo. El que todo fluya a nuestro alrededor es
imprescindible para sentirnos vivos. Pero esto ya es otra cosa…
La maldición comienza a eso de las 7.30 de la mañana, con los
primeros trabajos en el edificio que están construyendo justo al lado del mío. El
sol también hace de las suyas y se clava a la misma hora a través de mis cortinas
roñosas y agujereadas.
La construcción de al lado. Al principio se trataba de
ruidos suficientemente ligeros como para que pasaran piola y pudiera uno seguir
durmiendo, o sumido en plena tranquilidad en lo que fuera que estuviese
haciendo. Pero en las últimas semanas, mi despertador consiste en un taladro
hijo de puta que se las arregla para cumplir bien su labor de enfermar de los
nervios a quienes lo escuchan. Imposible sentirse en armonía escuchando la
agudeza de su alarido.
Y esta desesperación que produce, tengo la sospecha de que
también atañe a quien lo manipula. Imagino a ese pobre obrero llegando a casa
de noche, con los brazos tiritones y los nervios hechos polvo. Lo imagino amargado
e irascible. Espero que al menos cuente con las medidas de seguridad pertinentes:
protección para sus oídos, brazos, y por supuesto, para su mente. Aunque claro,
desde luego, podría ser que el ánimo del tipo esté bastante mejor que el mío y que
yo diga todas estas cosas acerca de él como una forma infantil de descargo.
Los ruidos de la construcción continúan hasta las 8 de la
tarde. Al taladro lo complementa la dulce sinfonía de unas cuantas galleteras
aportadas por un vecino, los camiones descargando cemento, y, cómo no, los
groseros piropos con que los “maestros” acosan a cuanta fémina tenga la
desgracia de pasar por allí.
Tratar de dormir una siesta para recuperar sueño sería como
hacerlo sobre un banco del Paseo Barros a las 6 de la tarde, con el sonido de
músicos, pastores evangélicos y todo tipo de personas intentando llamar la
atención de los transeúntes, megáfonos en mano.
Ya de noche, cuando uno cree al fin haberse librado de
ruidos molestos, resulta que no. A eso de las 23 horas y en adelante, hacen su
aparición los corredores de carreras clandestinas. Los motores de esos coches
venidos a menos, pero con tecnología de punta bajo sus caparazones, serían
capaces de despertar hasta a los muertos. Para mi mala fortuna, acostumbran a
pasar haciendo rugir sus porquerías de motores, despertándome siempre,
dejándome a merced de mi insomnio y condenándome a pasarme dos o tres horas
despierto, a sabiendas de que deberé levantarme en apenas un rato más. Incluso de tanto darme vueltas para lado y lado -intentando inútilmente conciliar el sueño- acabé haciendo explotar mi cama…
Sé lo que pensarán. Que me faltan vacaciones, que tengo mi
sistema nervioso destruido, que debo hacerme ver, meterme alguna pastilla antes
de acostarme, usar tapones en los oídos, ligarme a alguien o beber más
asiduamente. Pues bien, he hecho la mayoría de esas cosas y nada parece
funcionar. ¿Cambiarme de barrio? Con suerte tengo para pagar la luz, el agua y
la internet para poder subirles esto.
En fin, esta entrada tenía el propósito de anunciar que
habrá más actividad en este blog y animarles a darse una vuelta más seguido por
acá. No pretendía ser una suerte de puteada, aunque al parecer haya terminado
siéndolo. Espero que puedan dormir bien esta noche, o en el momento en que
decidan hacerlo. Yo también continuaré intentándolo. Cambio y fuera.
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