Fue justo
después de que acordaran fugarse de esa fiesta. A pocas cuadras, una habitación
algo miserable aunque acogedora los esperaba. Cruzaron el Barrio Brasil
haciendo todo lo posible para camuflarse, intentando ser dos sombras más bajo
los árboles. Al llegar, fueron recibidos por un concierto de gemidos, sonido de
catres y alguno que otro alarido. Pero cuando al fin sus cuerpos se encontraron,
el mundo pareció detenerse para ellos, por mucho que el sol insistiera en
parecer indiferente y prosiguiera su camino habitual aquella ardiente madrugada
de enero.
(Inédito)
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