El desamor debe sonar como a
violines
Me dije, antes de bajar por calle
Freire
En dirección al primer bar que
encontrara
El amor es hoy como el eco de un
oleaje
Que no termina de desaparecer
Porque buena parte de mis
alegrías
Se han quedado en la arena de esa
playa
Como colillas de cigarrillo
o envoltorios de helado;
“Cómase un mariscal, amigo mío,
Acompáñelo de una botella de
pipeño.
Qué se le va a hacer pues,
Si cuando hay que olvidar, hay
que olvidar”
El cantinero me comprende
Es un buen tipo, me apaña en
todas
Me marcho tarde, muerto de curado
Le quedo debiendo
Pero el viento no tarda en
traérmela de vuelta
Y pienso en que debería volver al
puerto,
a buscarla, pero desisto;
Cuando era chico alguien me dijo
Que usara mis derrotas para
escribir poesía
Que los escritores eran todos
unos felices amargados
Y yo lo creí entonces:
Llegué a casa a componer unos
versos
Que vomité mientras
me seguía echando tragos al cuerpo
Esta es Ella a la distancia,
dije mirando el papel
Y de pronto ya no me sentí tan
solo
Desaté la cuerda comprada tiempo
atrás
En caso de alguna desilusión
fatal
Para casos de emergencia
Pero éste no lo era, ¡no lo era!
Mientras toda la mierda que me
atormentaba
Se quedase en aquel puñado de
hojas,
Que mañana seguramente echaría al
fuego,
Tras haberme esa noche salvado la
vida.
(Trayectorias, 2013)
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