Ya, aquí un pequeño regalito para los nostálgicos de El Culo del Maestro:
Bebieron un último
trago de Bruce Douglas y salieron a
la calle. Afuera había dejado de llover, y los rayos de sol que se filtraban
por entre las nubes ofrecían un maravilloso espectáculo.
A poco rato de
andar dieron con El Poison en las
cercanías del Mercado. Su amistad con lo peor del hampa hizo de él una persona
sencilla, aunque respetada. Exitoso sociólogo, sus excesos le pulverizaron el
cerebro hasta dejarlo en la calle. Sobrevivía captando clientes VIP entre proxenetas,
micreros, policías, adictos terminales y pordioseros.
Compraron, y El Poison los atendió amablemente, como siempre, aunque lucía
preocupado.
-¿Qué te ocurre, Poison?
-Fue ayer, en
medio de una discusión con mi padre cuando pasó. No pude resistirlo más, el
viejo se ponía demasiado desagradable cuando tomaba. Le di con el brasero en la
cabeza. Homicidio simple, ya lo sé, pero sucede que adentro de la cárcel la
merca es más difícil de conseguir.
-La policía no lo
dejará así, Poison. Te cargaste a tu
padre, no es para menos.
De pronto se
aproximó una patrulla. Los dos jóvenes escritores huyeron por los pasillos del
Mercado hacia el centro de la ciudad. El
Poison se quedó de pie aunque con una mueca que mezclaba atrocidad y dolor
en su rostro, esperando la violenta e inútil llegada de los agentes.
Si bien ellos no
volvieron a saber nunca más de El Poison,
continuaron drogándose a menudo. Aquella tarde, sin embargo, no la olvidaron
fácilmente. Antes de escapar se aseguraron de despojarle de toda su mercadería,
y de asestarle una buena puñalada al parricida.
(El Culo del Maestro, 2009)
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