Es cierto que
quizás no haya habido amor en su fuga. Por alguna extraña razón, cuando no los
volví a ver pensé inmediatamente lo peor. Se excusaron antes de salir, pero
para quienes creímos que se comerían en la plazoleta de enfrente, fue una maña
señal encontrar a la mañana siguiente la mitad de un sostén y medio calzoncillo en un banco
humedecido por el rocío. Desaparecieron así sin más, por mitades, y lo único
entero a partir de entonces fue el puñado de leyendas urbanas que se crearía en
torno a esa pareja que se miró la noche entera de forma calentona.
(Inédito, 2015)
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