Hubo una noche
En la que casi comprendí
todas las que vendrían
-o casi todas-
Tenía diez años
y un pensamiento atroz
Luego tuve
veinte, incluso treinta y fue lo mismo
La noche me
murmuraba:
Podía hacerlo
desde una habitación a oscuras
Desde un patio,
desde una cadera o desde una botella
Pero siempre que
creí comprender algo
El asunto se
ponía peor
Nuevas dudas
poblaban mi cabeza
Y debo suponer
que el mayor espanto de todos
Será cuando esta
noche infinita guarde silencio
Entonces no
habré madurado, como alguien me lo sugirió,
por el
contrario, estaré más muerto que vivo
y mi alma estará
demasiado lejos
como para
siquiera intentar comprenderlo.
(Vapores, 2016)
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