Eugenio debió pensarlo dos veces antes de
decidirse a salir de casa ese día. Comenzó
tomando prestadas unas rosas que crecían libremente en la Remodelación
Paicaví. Iba donde Catalina. Desconocía por completo que la
chica había pasado un excelente fin de semana –que él creyó de llanto y culpa-,
en compañía de un amigo de infancia. No tuvo necesidad de cruzar la puerta para
que las flores le quedaran de sombrero.
—¡No vuelvas a aparecerte por aquí, ya no me
importas, ya no te quiero!—le gritó Catalina desde el balcón de su
departamento.
Pero lo peor para Eugenio no fueron los
insultos de Catalina, sino aquella enigmática silueta que contemplaba la
situación, desde detrás del visillo del que otrora fuese su cuarto.
Se fue de allí con la cola entre las piernas,
como se dice, decidido a no saber
nada más acerca de ella. Pero claro, los
furiosos recuerdos se rebelaron dentro de sí, llenándole los ojos de lágrimas
tan profusamente, que fue incapaz de divisar el auto que se desplazaba por la Avenida Paicaví y que terminó
por embestirlo. Es verdad que sufrió lesiones menores, algo de suerte le tocaba
al pobre entre tanta adversidad. Lo llevaron al Hospital Regional, donde lo
atendió un médico que padecía una resaca descomunal –era domingo-, y lo tuvieron en observación un buen rato.
Salió con la esperanza de recompensarse por
tanta desgracia. Para ello se dirigió hasta una concurrida sanguchería del
centro. Pidió un par de barros luco con abundante queso. Y bueno, devoró como
un energúmeno hasta que descubrió un par de alas pequeñas y delicadas en medio
de la carne. No pudo contener el asco y asomaron las arcadas. Corrió hacia el
baño con la esperanza de que estuviese desocupado, pero los guardias
interpretaron mal el asunto y creyeron estar frente a un creativo perromuerto.
Tras sacudirlo y golpearlo un poco, lo arrojaron a la calle. Eugenio caminó
cabizbajo hasta su casa, y cuando tropezó con una baldosa suelta y se partió la
cara, por primera vez en el día esbozó una sonrisa.
(Cómo matar a tu jefe, 2013)
Te pasó de verdad
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