viernes, 19 de agosto de 2016

SUSURROS




El paso de las horas bien podría haber sido dulce. Pero él y su maldita insistencia en susurrarle al oído todo aquello que no era capaz de hacer. Que no tenía agallas y nunca las tendría. Y ella, que actuaba casi a su pinta. Casi, porque el día en que desobedeció uno de estos susurros, le enrostró cuanta calamidad puede derrumbar a un hombre, y acabó con él la misma tarde de lluvia en que decidió colgarse de la rama equivocada. Tec cerrado y politraumatismo dijo el médico, poco antes de cerrar la bolsa plástica y volver a casa dispuesto a beber como un energúmeno. Para el doctor sería un buen viernes, a pesar de todo. 
(Inédito)

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