Un edificio se aparece entre la niebla. Él
intuye que podría tratarse de un espejismo y no se aproxima, pese a que una
señorita sin rostro le hace señas desde una ventana. Al lado, una antena de
celular se las arreglaba para suministrar cáncer aprovechando la inseguridad de
los informes científicos. El edificio estaba allí y sin embargo él optó por
echar a caminar calle abajo, manos en los bolsillos, dientes apretados. Todo
temeroso, y con un coro de voces angélicas hablándole dulcemente del fin de los
tiempos.
(Inédito)
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