Salió de allí
sintiéndose podrido. Había sido inculpado por quienes lo rodeaban -la misma
noche de su cumpleaños- de ser un miserable traidor a la causa animalista. Y
todo por pasar a pisar a un perro que dormía plácidamente afuera del bar donde
celebraban. No sabe aún si lo que le dolió más fue el aullido bestial, la
mordedura en justa represalia, la cachetada de su novia, o la indiferencia con
que actuaron sus amigos frente a tan injusto castigo.
(Inédito)
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