Habíamos salido
la noche del 18 a comprar un pack de chelas donde El Viejo Mafioso cuando oímos los disparos. Tras las detonaciones, un par de señoras
arrojaron sus bolsas plásticas y echaron a correr por calle Bulnes. Frente a
nosotros, un sujeto se arrojó al piso con tan mala suerte que lo hizo sobre un
charco de agua espesa. Pude ver una mueca que mezcló alivio y asco apoderarse
de su rostro. Y yo atiné a cubrir a mi acompañante y luego fui hasta la entrada
para atisbar en dirección al estacionamiento, de donde aparentemente provenían
los disparos. Vi cuando dos sujetos dentro de una camioneta insultaron a
un tercer individuo que yacía en el piso, y que a duras penas se arrastraba
intentando escapar. En cuanto la camioneta echó a andar, divisé a unas cuantas
personas acercarse a prestarle ayuda al herido. “Ajuste de cuentas” fue la
expresión que escuché antes de retirarme del lugar. Mientras caminábamos de vuelta
a mi departamento, me embargó un extraño sentimiento de miedo y horror. Absurdamente
o no, agradecí que al menos esa noche no nos hubiera tocado a nosotros. Besé en
la cabeza a mi chica, que poco o nada comprendió de mis pensamientos.
(Inédito)
No hay comentarios:
Publicar un comentario