viernes, 4 de septiembre de 2015

EL ÚLTIMO RELATO DE DANIEL BELMAR



    Se quedó espiando la ventana de su amada desde la calle. Las cortinas se cerraron como cada lunes a las siete de la tarde. Pero ese día Facundo sintió que algo se quebró para siempre en su interior. Tal vez por eso se decidió a entrar al local de libros antiguos de calle Maipú, y acatar lo que le ordenaran las páginas del primer escrito que consultara. Para su fortuna o desgracia, abrió Los túneles morados de Belmar, Daniel, justo en la escena en que el tren arrollaba al Oso, un borracho esquizoide, bajo la intensa lluvia que caía sobre la ciudad. Lo interpretó como un llamado urgente a la acción: se quitaría la vida mientras ella se entregaba a los brazos de otro.



    Caminó por calle Tucapel hacia Vicuña Mackenna, y esperó a que pasara algún convoy. No contaba con que ese día los trabajadores de ferrocarriles estaban en huelga, y tenían interrumpido el paso de los trenes. Esperó hasta que se oscureció, y la bruma comenzó a hacerse espesa. Volvió a la librería y tomó otro libro, con la férrea intención de repetir el ejercicio. Eligió el mismo estante, dando con Ciudad Brumosa, justo en la página donde el protagonista Gastón Luna esquivaba el ataque de un bandido, respondiendo alevosamente con tres tiros de pistola a su agresor. Un tipo con cojones, pensó Facundo. Entonces se resolvió a liquidar a su enemigo que, a juzgar por las cortinas aún cerradas, continuaba disfrutando de la fogosa compañía de su querida Isidora. Resuelto, abrió a patadas la puerta del tercer piso. Liquidó al amante de una certeza puñalada, o por lo menos eso creyó al enterrarle cerca de su hombro izquierdo un pequeño cuchillo de cocina. Isidora escapó por una ventana, arrojándose a la calle sin que nadie se percatara del suceso, por increíble que parezca.



    Facundo salió del edificio horrorizado de sí mismo. Y mientras pensaba hacia dónde escapar, se encontró otra vez frente a la librería. Juzgó que era hora de un último consejo. Volvió al estante aquel y esta vez Belmar le aconsejó desde su Roble Huacho, que cuando creyera ver  a su pesadilla arder, se decidiera por el atajo de su libertad. Corrió sin saber muy bien dónde, pero al preguntárselo siguió corriendo y sus pasos lo llevaron lejos.



(Cómo matar a tu jefe, 2012)

No hay comentarios:

Publicar un comentario