domingo, 31 de enero de 2016

EXPERIMENTO FALLIDO



           Nuevamente es todo un agrado para mí el poner a libre disposición de lectores y lectoras un pequeño librillo, llamado EXPERIMENTO FALLIDO. Se trata de un compilado de microcuentos, mi primera aproximación a este género literario (aunque haya quienes todavía no acepten esa categoría). Los textos en su nayoría fueron escritos durante el primer semestre del 2014, por lo que está de más decir que se vendrán más librillos como éste en un futuro próximo. 

            Sinceramente, creo que la microficción tiene mucho que aportar, y si bien solo desde hace unos pocos años ha adquirido alguna notoriedad -de la mano de odiosos concursos en 100 palabras-, creo que puede ser una buena puerta de entrada al mundo de las letras, incluso para quienes habitualmente le hacen el quite. Aparte, está la posibilidad de fusionar poesía y narrativa de un modo necesariamente sintético y directo, lo que obliga a una  experimentación permanente. Tal vez haya sido esta última característica la que haya incidido en el título de este trabajo, además, claro, del relato dedicado a mi hijo Oscar Lautaro.

              La selección de microrrelatos contenidos en EXPERIMENTO FALLIDO bien podría considerarse como una serie de instantáneas obtenidas al azar en la vida de sus personajes y protagonistas. Fragmentos de existencias, destellos de una humanidad a ratos oscura, a ratos luminosa; pasajes que nos invitan a situarnos como espectadores de este auténtico mosaico de tránsitos y experiencias

                 Sin más que agregar, como siempre para lectura y descarga gratuita, aquí les dejo EXPERIMENTO FALLIDO, ¡disfruten y compartan!







miércoles, 27 de enero de 2016

ALERGIA



Comenzó con los plátanos. La sola presencia de esta noble fruta sobre la mesa hacía que se llenara de ronchas. Luego fueron los duraznos, las peras y los membrillos. El asunto parecía ya un mal sueño, más cuando a la triste lista le siguieron el pescado, las nueces, el azúcar y la cerveza. Si vivir sin cerveza era ya una maldición, cuando descubrió que además era alérgico a los perfumes, las flores y los gatos, se sintió como adentrándose en un túnel cuya sola oscuridad lo aterraba. La situación se tornó insostenible cuando las personas que lo rodeaban, y en quienes acostumbraba a descargar sus frustraciones, le provocaron estornudos, sarpullidos y espasmos. Decidido a no dejarse irritar por nada, usó todo su dinero para aislarse en una cabaña remota. A los pocos días, una pareja de ermitaños lo encontró vagando de forma errática por el bosque. Al principio, la cantidad de ronchas los hizo dudar de si se trataba o no de un ser humano. No sabían si llamar a una ambulancia, a los pacos o a la NASA. Al parecer, la culpa la tuvo la irresistible visita de su novia con motivo de su despedida. Su lápiz de labios no era de la mejor calidad para una piel tan sensible como la suya. Y, claro, alérgico y todo el hombre necesitaba alguna alegría después de tanta calamidad.

(Experimento fallido, 2015)




lunes, 25 de enero de 2016

LA VISITA

 


    A Doña Irene le gustaba dar un paseo por la playa antes de abrir su pequeña cocinería, ubicada en el Barrio Chino de Lirquén. Algo contribuía el propio mar para menguar el dolor de haberle arrebatado un hijo algunos años atrás. Esa mañana, por primera vez reparó en una pequeña y destartalada animita instalada a pocos metros de la línea férrea. Tras comprobar que se trataba de una joven fallecida hacía poco más de veinte años, le llamó la atención el lamentable estado de la animita, a todas luces olvidada por sus parientes.



    Decidió abrir su local un par de horas más tarde de lo habitual. Empleó ese tiempo en limpiar y reparar la animita, a la que incluso dio otra capa de pintura y llenó de flores frescas. El recuerdo de su hijo devorado por el mar seguramente debió motivarla a entregarse con esmerada paciencia en aquella labor. Como siempre, ese día recibió con una sonrisa a sus habituales clientes. Por la noche, mientras cerraba su local, se le apareció por primera vez ella, la chica de la animita:



—No se asuste. He venido a agradecerle. No lo hice mientras dormía, ya que no quiero que esto le parezca un simple sueño.



—No sé qué decirle, yo no creo en estas cosas…



—Escuche, necesito pedirle un favor. Mire, se trata de un cliente suyo, llamado Anastasio. El muy hijo de puta fue el responsable de mi desgracia. No entraré en detalles, sólo le diré que podría hacerme usted un gran favor si lo envenena un día de estos.



—No puedo hacerlo. Además, nadie me asegura que los fantasmas digan la verdad…




    La chica, tras pensarlo un instante, estalló en llanto. Doña Irene fue detrás de la barra y sirvió una copita de pisco. Tras un par de sorbos que fueron a parar directamente al piso, el fantasma se sintió mejor:



—Tiene razón, ¡soy estúpida y malvada! Sólo que lo extraño tanto que inventé esa mentira, a ver si se acriminaba…, ya ve cómo sufrimos de igual forma vivos y muertos.



— ¿Y por qué no se le aparece a él? Se ve que sufre harto el caballero, aquí viene a puro tomar no más…, si incluso unos evangélicos que trataron de convertirlo terminaron cayéndose al litro junto a él… ¡anímese y vaya a penarlo!




    Tras una rápida despedida, la muchacha pareció sonreír por primera vez desde hacía mucho, y le pidió a Doña Irene que se volteara para no cometer la rotería de desaparecer frente a sus ojos. No volvió a verla después de aquello. Tampoco Anastasio volvió a aparecerse por su cocinería, acaso tras haber encontrado alguna compañía en su espectral novia.



(Fábula del buen bandido, 2013)

jueves, 21 de enero de 2016

BANCO DE ARENA




Cruzó el puente a pie como de costumbre. A la distancia, la ciudad parecía cubierta por un manto de humo. Probablemente se tratase de incendios forestales. Siguió caminando, manos en los bolsillos, muerto de calor, hasta que se encontró con un sujeto a punto de arrojarse al cauce del río Bío Bío. Se las había arreglado para traspasar la barrera de seguridad y quedar a un pequeño salto de su acabose. Se detuvo, quizás pudiera hacer algo, ayudarle de algún modo.


-¿Se encuentra bien, señor? –le preguntó al suicida.

-Perfectamente, joven. Hoy será el mejor día desde hace muchos –le respondió.

-Si lo que planea es matarse, le advierto que caerá sobre un banco de arena. A lo mucho tendrá un par de fracturas expuestas, padecerá de dolores horribles y, lo peor de todo, seguirá usted vivo.

-Oh, vaya, parece que tiene razón, pero ¿qué puedo hacer?

-Puede arrojarse directamente a las aguas, ojalá de cabeza, y dejar que la corriente endemoniada de este río termine el trabajo.

-Le estaré eternamente agradecido por su consejo, joven. Se nota que es una persona de valores, ¿podría ayudarme a salir de aquí?

-Con mucho gusto.



El joven cruzó sin ninguna dificultad la baranda y se aproximó al sujeto. Al extenderle la mano y tomarle de su brazo, el sujeto lo impulsó hacia sí con todas sus fuerzas, al tiempo que se mantenía aferrado a la barrera metálica con su otra mano. Esto le permitió quedarse en pie mientras el joven caía con majestuoso silencio sobre el banco de arena que se endurecía para recibirlo.



domingo, 17 de enero de 2016

LA NOCHE



Hubo una noche

En la que casi comprendí todas las que vendrían

                                                                       -o casi todas-

Tenía diez años y un pensamiento atroz


Luego tuve veinte, incluso treinta y fue lo mismo

La noche me murmuraba:

Podía hacerlo desde una habitación a oscuras

Desde un patio, desde una cadera o desde una botella


Pero siempre que creí comprender algo

                                                       El asunto se ponía peor

Nuevas dudas poblaban mi cabeza


Y debo suponer que el mayor espanto de todos

Será cuando esta noche infinita guarde silencio

Entonces no habré madurado, como alguien me lo sugirió,

por el contrario, estaré más muerto que vivo

                                                   y mi alma estará demasiado lejos

como para siquiera intentar comprenderlo.



(Vapores, 2016)