viernes, 3 de junio de 2016

LA NOCHE ESTÁ A NUESTROS PIES




Debo reconocer que se veía hermosa con su largo pelo cayendo por su espalda morena. Bien sabía que me abandonaría en cuanto acabara de fumarse el cigarrillo que resistía su agonía entre los finos dedos de pinza de mi musa. Sentí ganas de decirle que esta vez no sería necesario que se fuera así tan rápido y urgente. Si fuera un hombre de verdad, pensé, buscaría la forma de abrirme paso hacia sus labios y me las arreglaría para no dejarla escapar. En vez de eso, miré por la ventana la infinidad de coches que pasaban por la Avenida Paicaví. 

-La noche está a nuestros pies, es toda nuestra -le dije. 

Y ella me regaló la más exquisita de sus sonrisas justo antes de comenzar a vestirse, dispuesta a dejarme hablando solo sin la menor contemplación. 


(Inédito)

No hay comentarios:

Publicar un comentario