martes, 8 de marzo de 2016

ALGUNOS RITUALES EXTRAÑOS




    Y bien, hay gente extraña. Lo extraño es el mundo, dirán, y tal vez sea cierto. Un mundo extraño para gente extraña. Así están las cosas. Y claro, ante este panorama entiendo que debamos hallar las fórmulas necesarias para mantener el equilibrio y no dejarnos conducir dócilmente, como ovejas, hacia el vacío. El mismo vacío hacia donde nos tiran las falsas moralejas, la publicidad, los discursos de orden de quienes están arriba y un largo, larguísimo etcétera.


    Es en medio de esta búsqueda donde comúnmente nos encontramos todos. Algunos, desde luego, tendrán más éxito que otros. Hay quienes se conforman con la repetición de algún pasatiempo; otros se inclinarán por el poder o la bebida; los hay también quienes se vuelven a oír al sacerdote, y están los que, finalmente, se lanzan a inventar sus propios rituales. Quiero pensar que las personas más interesantes pertenecen a este último grupo.


    En el mejor de los casos, por intermedio de estos simples rituales cotidianos eludiremos exitosamente el dogma de turno, la castración espiritual, y nos aproximaremos a una nueva forma de vida extraña, tejida casi íntegramente por nosotros, en permanente movimiento, adaptándose siempre a la variación de las circunstancias… Cualquier cosa parece mejor que convertirse en un muerto vivo, con nuestra alma devorada por el sistema, y caminar con la misma sonrisa fingida y dolorosa con que la mayoría posa para sus fotos...  


    Comprendí, por ejemplo, el caso de esa pareja de volados que llegó hasta unos roqueríos de Lirquén para acabar contemplando largamente el espectro de un recolector de moras; o que al final de la tarde el sol les sonriera abriéndose paso entre las nubes. Amé cuando en otro lugar, otro par de jóvenes aprendió espontáneamente el idioma de las aves, o al menos eso creyeron tras echar unos humos. O el caso de tantos que se sacuden el conformismo y deciden actuar sobre nuestra realidad, perdiendo el miedo a soñar y sentir, dejándose llevar. Y así, desde la forma de preparar el desayuno hasta las escapadas nocturnas a vagabundear por ahí, nuestro día a día está lleno de rituales, ¡fíjense bien!



    Pero están los rituales que no comprendo. Los más extraños de todos. El tipo del frente que lava su auto religiosamente los domingos, empleando para ello toda la tarde. Lo cierto es que parece hacerlo con tanta devoción que he llegado a pensar que ha olvidado por completo que se trata de caricias suministradas amorosamente a un simple objeto.


   No sé si podamos hablar de rituales equivocados. Es muy posible que si nos equivocamos al definir nuestro objetivo en la vida, sea cual sea, también nos equivoquemos de rituales. En fin, pudiera ser que el éxito de un ritual radique en transportarnos a otro punto de vista, en despejar nuestra cabeza y devolver nuestra atención a la vida misma y no a sus distracciones, como el trabajo y el consumo. Alguien podrá decir que nos distanciamos un poco de la realidad al llevarlos a cabo; yo me la juego por pensar que no hay búsqueda en la que no exista la posibilidad de extraviarse. Pero también es cierto que no habrá ningún lugar mejor para nosotros si no nos decidimos a buscarlo. Adelante.



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