martes, 1 de marzo de 2016

EPISODIOS BORROSOS




    

    Bien, para algunas personas a quienes gusta en demasía llevar un estricto control sobre sus actos, un olvido puede representar un peligro mortal. Lo cierto es que todos alguna vez en la vida hemos experimentado esa sensación de tener un episodios borrosos, como si un manto de bruma cayera sobre nuestras vivencias haciéndolas menos perceptibles y, lo peor de todo, menos recordables.


    Ahora, si de honestidad se trata, he de reconocer que en la mayor parte de los casos estos episodios se producen a altas horas y ¡ay! a veces propiciados por la presencia de alguna bebida espirituosa, de mucho sueño, cansancio, una particular excitación, o todo lo anterior junto.


    Entonces es cuando caímos en ese estado tan terrible para nuestra memoria como lo es el piloto automático. Nos deslizamos sobre la realidad como si se tratase de sueños, con un protocolo destinado por nuestra mente para estas ocasiones. ¡Si hasta parecemos personas comunes y corrientes cuando andamos así!


    Pero claro, cualquiera que se encontrara con nosotros en ese estado –y esto suele siempre conllevar alguna que otra escena vergonzosa-, puede comprobar fácilmente que no estamos en nuestros cabales. Aunque podamos, claro, abrir una puerta sin problemas, cepillarnos los dientes, recorrer de vuelta el camino a casa, e incluso hacer otro tipo de ejercicios de alto riesgo en esas condiciones. Sin embargo, cualquier intento que hagamos por balbucearle alguna idea o pensamiento propio a gente cercana terminará, a no dudar, en una calamidad para nuestra imagen personal.



    A veces, por supuesto, nuestra propia memoria decide apagarse y ahorrarnos unas cuantas horas de comportamiento desastroso. Los médicos le llaman ausencias negras.  Bonita denominación. Y en cuanto creemos haber recuperado nuestra lucidez, o a lo menos una parte de ella, nos volcamos al siempre humillante trabajo de rescatar fragmentos de lo que fue toda esa agonía de nuestra conciencia.


   Por ejemplo, recuerdo una vez en la que encontrándome en tan poco grata situación, conseguí reconstruir buena parte de la historia de la noche anterior a partir de pistas y fragmentos. Llegué a un bar de calle Ongolmo. Subí hasta el segundo piso, y no fue sino hasta que comenzaron a circular muchas copas sobre la mesa en la que me encontraba, cuando me levanté para ir al baño. En aquel instante reparé en la presencia de un par de conocidos en otra mesa, y naturalmente, me acerqué a ellos con la intención de saludarles. Ahí se corta la grabación de mi memoria. En la siguiente escena aparezco caminando a saltos junto a un grupo numeroso de personas –supongo que todos saldríamos de aquel bar-, por calle Maipú, seguramente en dirección al clandesta de turno esa noche. Siguiente pasaje: jugando a colgarme –sin éxito- de las enormes fauces del Tiranosaurio de la Plaza Acevedo. Otros tantos a mi alrededor también hacían lo suyo con las otras bestias jurásicas. Finalmente, un último recuerdo me remitía a un departamento desconocido, mucha gente también desconocida, música estridente, luces estroboscópicas (o como carajo se llamen esas de las discotecas), empujones, gente en muy malas condiciones, entre las que me incluía…



    Y luego, era que no, la horrible sensación de que en algún momento, en algún puto momento, la cosa terminó mal. No recordaba enfrentamiento verbal ni físico alguno, y sin embargo, la sensación de que haber sido testigo o protagonista de alguna cagada inundaba el ambiente. No lo supe sino hasta bastante después, y para mi suerte, la cagada no había corrido por mi cuenta, sino por la de uno de mis inadaptados acompañantes. 


    En síntesis, pudiera ser que estos episodios borrosos tiendan a confundirse además con nuestros sueños. Tal vez se alojen en la misma “carpeta” del cerebro, o sean un sueño más. Yo no lo sé.  ¿No era Calderón de la Barca el que aseguraba que la vida entera no es más que un sueño? Probablemente el sujeto aquel tuviera la cabeza invadida de episodios borrosos y buscase pasar piola, o quizás estuviera en lo correcto. Tal vez algún día lo sepamos…





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